* Una hippie chilena en la RDA.
El currículum de Michelle Bachelet está lleno de sorpresas. Esta mujer que ayer sábado protestó como primera presidenta de Chile pasó una importante parte de su vida en la ex RDA: ahí conoció al padre de sus dos hijos mayores, continuó sus estudios de medicina y aprendió el alemán que a la fecha habla muy bien.
Bachelet estudió en la famosa Humboldt Universität, aunque no dejó grandes huellas. Quizás por su carácter tranquilo. Los casi cuatro años que estuvo en Alemania los dedicó al estudio y a frecuentes peñas en las que tocaba la guitarra y a veces hablaba de política.
Después de unas semanas en Australia, llegó a Alemania Oriental junto con su madre Ángela en mayo de 1975, ambas exiliadas de Chile por el golpe militar. Estuvieron primero en Caputh, donde años atrás Albert Einstein tuvo su casa de descanso y después el partido comunista de la República Democrática Alemana, el SED, las instaló no muy lejos de ahí, en Potsdam.
En esa zona boscosa y lacustre al suroeste de Berlín acababan de ser construidos más Plattenbau, unos edificios de interés social prefabricados que proveía el gobierno. Michelle Bachelet y su madre fueron una de las primeras familias chilenas en mudarse ahí.
“El Partido nos avisó que a nuestro edificio vendrían a vivir sólo familias de chilenos, y nos pidieron que nos encargáramos de ellos, ya sabes, ver si necesitaban algo porque no sabían el idioma”, recuerda Elke Pissarek, una alemana pensionada que entonces fue vecina de las Bachelet y se encargó de ellas.
Los Pissarek, Elke y su esposo Detlef, eran lo que en alemán se conoce como Betreuer, unos tutores. El gobierno comunista los asignaba a cada familia, junto con un departamento y un crédito sin intereses de unos 25 mil marcos de la RDA.
De acuerdo con Karlheinz Möbus, embajador de la RDA en Santiago hasta el golpe militar de 1973 y después coordinador de la ayuda a los chilenos, los departamentos fueron repartidos por orden de importancia, y los que se quedaron en Berlín o a las afueras eran los que estaban involucrados en el Partido Socialista de Chile, como Bachelet.
La RDA aceptó a los exiliados de América Latina que tenían ideas izquierdistas y de Chile fueron en total dos mil, pero específicamente a los Plattenbau de Potsdam llegaron unas 45 familias. Los ciudadanos alemanes de la RDA que habían solicitado una casa nueva tuvieron que permanecer más tiempo en las listas de espera.
Los Pissarek compartieron muchos momentos con el grupo de chilenos exiliados. Les ayudaron a ambientar un sótano en el edificio para organizar peñas que duraban hasta entrada la madrugada en las que se bebía y bailaba y, cuando se lo pedían, la joven Bachelet tocaba la guitarra y cantaba.
“Éramos como una familia. Siempre nos llamaban para estar ahí con ellos, era uno de los pocos momentos en que podíamos convivir con Michelle. A veces les cocinaba y también les conseguía comida, eso fue lo más difícil para ellas, creo que tuvieron un choque cultural fuerte”, relata Pissarek.
Las peñas y las reuniones con los camaradas creaban un ambiente muy especial donde también se hacía política, aunque se hablaba poco de tiempos pasados, sobre todo aquellos relacionados con tortura, dolor y tristeza.
“Michelle extrañaba mucho su casa, como todos nosotros, pero se tenía que mirar adelante”, apunta María Antonia González, otra chilena exiliada que vivía en el mismo edificio de las Bachelet y que ahora vive dentro de la zona urbana de Berlín.
El único exiliado chileno que todavía vive en el mismo edificio de Potsdam es Luis González, un músico casado con una alemana, con quien tiene dos hijos.
“Michelle nunca perdía la oportunidad de participar en cualquier acto político. Sí, se hablaba y se hacía política. Todo lo que tuviera que ver contra Pinochet. Ella participaba y se le notaba cierto liderazgo dando ánimo a la gente”, sostiene este hombre ya de cabello grisáceo.
Bachelet frecuentaba a sus camaradas del Partido Socialista, quienes organizaban la “dirección exterior” en Berlín del Este, y entre los que estaba el ministro de Exteriores de Allende, Clodomiro Almeyda. Y fue en el grupo de Almeida en donde conoció al papá de sus dos hijos mayores, Jorge Dávalos, un arquitecto, porque, claro, ella no sólo era una chica tranquila, comprensiva y solidaria, como la describen, sino guapa.
Luis González la recuerda como una “hippie”, delgada, con pantalones de mezclilla pegados, cabellos largos y un morral al hombro.
Los episodios de la vida de Bachelet en la RDA son un poco borrosos. Casi nadie recuerda más allá de las reuniones, quizás porque a Bachelet le preocupaba demasiado seguir con sus estudios, y no sólo la carrera de medicina que había comenzado en Chile y que continuó en la Humboldt Universität de Berlín, sino cursos de alemán en Leipzig.
Tras recibir una autorización, en febrero de 1979 las Bachelet retornaron a Chile, donde les esperaba una vida incierta porque el régimen militar les otorgaba cierta tolerancia a cambio de abstenerse de realizar actividades de resistencia. Ellas fueron las primeras personas en dejar Potsdam y en ella los recuerdos de una lucha por los derechos humanos que todavía continúa entre los exiliados chilenos.
Bachelet estudió en la famosa Humboldt Universität, aunque no dejó grandes huellas. Quizás por su carácter tranquilo. Los casi cuatro años que estuvo en Alemania los dedicó al estudio y a frecuentes peñas en las que tocaba la guitarra y a veces hablaba de política.
Después de unas semanas en Australia, llegó a Alemania Oriental junto con su madre Ángela en mayo de 1975, ambas exiliadas de Chile por el golpe militar. Estuvieron primero en Caputh, donde años atrás Albert Einstein tuvo su casa de descanso y después el partido comunista de la República Democrática Alemana, el SED, las instaló no muy lejos de ahí, en Potsdam.
En esa zona boscosa y lacustre al suroeste de Berlín acababan de ser construidos más Plattenbau, unos edificios de interés social prefabricados que proveía el gobierno. Michelle Bachelet y su madre fueron una de las primeras familias chilenas en mudarse ahí.
“El Partido nos avisó que a nuestro edificio vendrían a vivir sólo familias de chilenos, y nos pidieron que nos encargáramos de ellos, ya sabes, ver si necesitaban algo porque no sabían el idioma”, recuerda Elke Pissarek, una alemana pensionada que entonces fue vecina de las Bachelet y se encargó de ellas.
Los Pissarek, Elke y su esposo Detlef, eran lo que en alemán se conoce como Betreuer, unos tutores. El gobierno comunista los asignaba a cada familia, junto con un departamento y un crédito sin intereses de unos 25 mil marcos de la RDA.
De acuerdo con Karlheinz Möbus, embajador de la RDA en Santiago hasta el golpe militar de 1973 y después coordinador de la ayuda a los chilenos, los departamentos fueron repartidos por orden de importancia, y los que se quedaron en Berlín o a las afueras eran los que estaban involucrados en el Partido Socialista de Chile, como Bachelet.
La RDA aceptó a los exiliados de América Latina que tenían ideas izquierdistas y de Chile fueron en total dos mil, pero específicamente a los Plattenbau de Potsdam llegaron unas 45 familias. Los ciudadanos alemanes de la RDA que habían solicitado una casa nueva tuvieron que permanecer más tiempo en las listas de espera.
Los Pissarek compartieron muchos momentos con el grupo de chilenos exiliados. Les ayudaron a ambientar un sótano en el edificio para organizar peñas que duraban hasta entrada la madrugada en las que se bebía y bailaba y, cuando se lo pedían, la joven Bachelet tocaba la guitarra y cantaba.
“Éramos como una familia. Siempre nos llamaban para estar ahí con ellos, era uno de los pocos momentos en que podíamos convivir con Michelle. A veces les cocinaba y también les conseguía comida, eso fue lo más difícil para ellas, creo que tuvieron un choque cultural fuerte”, relata Pissarek.
Las peñas y las reuniones con los camaradas creaban un ambiente muy especial donde también se hacía política, aunque se hablaba poco de tiempos pasados, sobre todo aquellos relacionados con tortura, dolor y tristeza.
“Michelle extrañaba mucho su casa, como todos nosotros, pero se tenía que mirar adelante”, apunta María Antonia González, otra chilena exiliada que vivía en el mismo edificio de las Bachelet y que ahora vive dentro de la zona urbana de Berlín.
El único exiliado chileno que todavía vive en el mismo edificio de Potsdam es Luis González, un músico casado con una alemana, con quien tiene dos hijos.
“Michelle nunca perdía la oportunidad de participar en cualquier acto político. Sí, se hablaba y se hacía política. Todo lo que tuviera que ver contra Pinochet. Ella participaba y se le notaba cierto liderazgo dando ánimo a la gente”, sostiene este hombre ya de cabello grisáceo.
Bachelet frecuentaba a sus camaradas del Partido Socialista, quienes organizaban la “dirección exterior” en Berlín del Este, y entre los que estaba el ministro de Exteriores de Allende, Clodomiro Almeyda. Y fue en el grupo de Almeida en donde conoció al papá de sus dos hijos mayores, Jorge Dávalos, un arquitecto, porque, claro, ella no sólo era una chica tranquila, comprensiva y solidaria, como la describen, sino guapa.
Luis González la recuerda como una “hippie”, delgada, con pantalones de mezclilla pegados, cabellos largos y un morral al hombro.
Los episodios de la vida de Bachelet en la RDA son un poco borrosos. Casi nadie recuerda más allá de las reuniones, quizás porque a Bachelet le preocupaba demasiado seguir con sus estudios, y no sólo la carrera de medicina que había comenzado en Chile y que continuó en la Humboldt Universität de Berlín, sino cursos de alemán en Leipzig.
Tras recibir una autorización, en febrero de 1979 las Bachelet retornaron a Chile, donde les esperaba una vida incierta porque el régimen militar les otorgaba cierta tolerancia a cambio de abstenerse de realizar actividades de resistencia. Ellas fueron las primeras personas en dejar Potsdam y en ella los recuerdos de una lucha por los derechos humanos que todavía continúa entre los exiliados chilenos.
* Una hippie chilena en la RDA.
Reviewed by Yaotzin Botello
on
3/12/2006 12:05:00 PM
Rating:
1 comment
Hola, yo tengo los mejores recuerdos de mi infancia en la RDA. Aquí trato de explicar por qué.
Saludos desde Santiago de Chile, Pablo.
Post a Comment