El Puente de Oro de Berlín
El Golden Gate en Berlín |
El
otro día terminé dentro de este local y estoy tratando de hacer memoria sobre
el cómo. Por dentro se ve todavía más derruido que por fuera. Si no hubiera
habido gente esa noche, podría pensar que se trata de una casa abandonada en
algún barrio de mala muerte: graffitis, ventanas rotas o mal parchadas, sillones
como los que se encuentran arrumbados en una esquina cualquiera.
Pero
había gente y había música. Y había Yaotzin bailando electro beats, tecno y
toda esa música que jamás me habría imaginado bailar. Bien lo dijo una persona
que no llevaba más de una hora de conocerme: “¿tú bailando eso? No te imagino”.
Los que me conocen más, pueden afirmar eso pero con decenas de fundamentos.
Recuerdo
que eran las dos de la mañana cuando llegué ahí. Yo tenía que trabajar a las 8
de la mañana pero andaba mostrando Berlín a una prima y su amiga. Sus 22 años
fueron los culpables de estar ahí. Yo con gusto me habría regresado al Tresor,
ese legendario antro tecno de Berlín del que recién acabábamos de salir y donde
nos la estábamos pasando bien. Un par de tragos más, un poco de música más, y a
dormir. Pero en cinco segundos de oscurantez cerebral yo mismo cambié el curso
de la historia: “¿todavía les gustaría ver cómo está el antro que me recomendó
un amigo?”
Yo
creí que al preguntar con el “todavía” ya estaría mandando el mensaje de “yo me
quedaría un rato más aquí y me voy a dormir”. Apelé, en todo caso, a que el DJ
que escuchábamos siguiera tocando bien para satisfacernos. Pero no. Fueron esos
22 años los que tenían hambre de más. Y de pronto recordé que yo también habría
contestado que sí.
Unas
horas antes le había preguntado a un gran amigo por recomendaciones de antros
para hacer algo en un jueves por la noche en Berlín. Él fue muy claro y dijo
sin dudar “Golden Gate”. El nombre yo jamás lo había escuchado. Admito que mi
negocio no son los antros, que tengo más de 22 años, que en los recorridos que
hago para mostrar Berlín he incluido cinco veces un campo de concentración y
nunca un antro de música electrónica, y que soy responsable para el trabajo y
consideraba de verdad dormir lo suficiente para levantarme temprano y lleno de sana
obsesión laboral.
Y
ahí estaba yo con la prima y la amiga llegando al Golden Gate a las 2 de la
mañana. Ya otros amigos que había consultado después de obtener esta
recomendación me habían dicho que la onda ahí comienza “a eso de las cuatro”
(entre semana, ¿guatdefok?), por lo que no veía mucho futuro a nuestra
excursión. Yo me estaba divirtiendo demasiado con la visita de la prima (era su
primera vez en Berlín después de que la había invitado desde hace años) pero
pensé que nos regresaríamos al Tresor a echar un último baile y a regresar a la
casa. Incluso la prima se salió sin llaves considerando que todos regresaríamos
juntos, lo cual demuestra que no sólo yo tenía pocas expectativas de la noche.
Fast-forward:
Yo me levanté para trabajar a las 7:30 y mi prima y su amiga no estaban en
casa.
Lo
que pasó entre las 2 y las 7:30 ocurrió más o menos así: Pasamos el primer
obstáculo del Golden Gate, que es el cadenero. Ahora que redacto esto leí que
el tipo es un irrespetuoso. Que no permite entrar a gente con camisa. Que
selecciona tú sí, tú no, tú sí, ustedes dos no. y que es un mamón en general.
Yo no percibí nada de eso quizás porque iba con mi prima y su amiga. Y aún así,
porque si el mentao cadenero las hubiera puesto a hablar, ellas le habrían
contestado con su dulce acento vienés y todo habría estado en orden.
Entramos
y lo primero que veo es una especie de cloaca como guardarropa, los sillones
abandonados y un lugar en el que los Goonies habrían podido filmar 20 secuelas
de su película. Avancé dos pasos hacia adentro y pregunté: “¿entonces cómo
ven…?” Y cuando me volteé hacia atrás, las chicas ya se estaban quitando los
abrigos. Nos quedábamos ahí. Ni siquiera el baño las espantó, que es lo primero
que visitamos y por lo que mi mamá habría preferido ir a un arbolito lo más
rápido posible.
Lo
más valioso de este lugar eran las bocinas, y eso es un decir. Pedimos bebidas,
entramos a la pista, la amiga se ligó a un hombre, y yo me fui a bailar con la
prima. Ahí descubrí que yo también podía bailar esa música. Bueno, eso digo yo. Mi pantorrillas eran dos resortes, me le quería abalanzar al DJ, le quería pedir un joint a las chicas de junto, me pasaba la botella de cerveza como dibujándome halos alrededor del cuerpo (mami: lo católico lo sigo llevando dentro). Mi prima sólo me veía y veía, nunca supe si fue admiración o lástima.
Sólo sé que a eso de las 5 mi caja negra se apagó. ¿Cómo llegué a casa? no lo sé, pero debí de haber estado dos veces porque la prima después tuvo su propio manojo de llaves.
Con esta vivencia se hizo otra capa de graffiti en las paredes del Golden Gate.
Sólo sé que a eso de las 5 mi caja negra se apagó. ¿Cómo llegué a casa? no lo sé, pero debí de haber estado dos veces porque la prima después tuvo su propio manojo de llaves.
Con esta vivencia se hizo otra capa de graffiti en las paredes del Golden Gate.
El Puente de Oro de Berlín
Reviewed by Yaotzin Botello
on
3/15/2012 02:37:00 PM
Rating:
3 comments
"A la prima se le arrima"
Pues lo normal en Berlín. A mi seguro me hubiera encantado estar alli, en ese sitio tan cutre, con esa decoración hecha con los muebles que sobran en las casas. No lo pones, pero seguro que el pub está en kreuzberg, no?
Ya es Mitte, pero como si fuera Kreuzberg, jeje.
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