* El lado biológico de Alemania
Los alemanes están cambiando su régimen alimenticio: en sus canastas meten cada vez más productos en cuya etiqueta se puede leer la palabra ‘bio’. No se trata de ninguna marca comercial asiática que esté robando espacios en las tiendas, sino de un sello gubernamental con el que se clasifica a los productos alimenticios como orgánicos.
Con ese sello verde sobre fondo blanco que cualquiera puede ver en los supermercados, los alemanes esperan que sus compras contengan ciertos controles de calidad, que para ellos se traduce simplemente en salud y bienestar.
De acuerdo con el Programa Federal de Agricultura Ecológica (Ökolandbau), cada año en Alemania aumentan un 15 por ciento en promedio la cantidad de mercados y la cifra de ingresos por la agricultura orgánica, lo que genera unos 20 mil empleos por año dentro del país. Ahora es común que la tiendita de la esquina se haya transformado en un negocio ‘bio’, o que un día a la semana en algún barrio se instale un mercadito sobre ruedas ‘bio’ o bien que grandes empresarios inauguren un supermercado que juega con el mismo monosílabo.
Todo se ve casi igual, las tienditas con sus anaqueles y refrigeradores de carne o quesos, los mercados con puestos donde le gritan a uno la oferta del día y los supermercados con una variedad inmensa de productos. Los alimentos son los mismos que todos conocemos, leche, huevos, legumbres, jugos, cereales, carnes, quesos, condimentos y hasta golosinas y botanas crujientes; no tienen empaques muy diferentes, sólo el sello ‘bio’ que los distingue o están en un huacal donde se indica el lugar de procedencia y la fecha de empaque.
Tradición añeja, ‘boom’ reciente
La comida orgánica ya era popular entre los alemanes desde los años 70, pero hasta hace un par de años sólo se vendía en pequeños negocios o directamente en las granjas porque había todavía menos producción y los precios eran altos.
“Poca gente quería comprar porque ve lo orgánico como artículo de lujo, pero cada vez hay menos de esos ‘compradores clásicos’ gracias al ‘boom’ de supermercados y de membresías que fomentan su adquisición”, señala el consultor en comida saludable Christoph Spahn.
Una encuesta realizada por Ökolandbau a principios de junio del 2005, arroja como resultados que tres cuartas partes de los ciudadanos alemanes comen o han comido productos orgánicos y que el 84 por ciento de ellos quiere comprar algo orgánico en cualquier momento.
Pero no sólo la demanda está en aumento, la oferta también pues hoy en día existen más de 200 supermercados en toda Alemania y el consultor Spahn vaticina que el número irá en aumento.
La gente ha comprado más gracias a los supermercados que lo ofrecen más barato, pero aún así los precios no permiten a cualquiera hacer las compras de toda la alacena para cada semana.
La agricultura orgánica no emplea pesticidas, herbicidas, hormonas ni otras sustancias que dañen el medio ambiente, lo que obliga a una baja producción y, ergo, a un precio más alto. Por eso las tiendas pequeñas también han establecido un sistema de membresía por el cual uno puede comprar hasta un 30 por ciento por debajo del precio normal. Por ejemplo, el precio normal de un limón en cualquier tienda de Berlín es de 60 centavos de euro (8 pesos) por pieza. En una tienda ‘bio’ se vende en 1.80 euros (24 pesos), pero si se es miembro se consigue en 1.40 euros (19 pesos).
Con los animales ocurre algo similar: se les debe de procurar un espacio, luz y aire fresco, y evitar que acumulen dos tratamientos antibióticos, de lo contrario se le retira la condición de ‘biológico’, por contradictorio que puede leerse.
Sin importar los precios, las tiendas reportan cada vez más miembros y los supermercados ‘bio’ ya captan una quinta parte de los ingresos por la venta de estos productos.
En las estadísticas se decía que el alemán que consumía lo orgánico ganaba más dos mil 500 euros al mes, unos 600 euros más que un sueldo promedio, y que pertenecía a una familia grande, pero ya se ve a jóvenes estudiantes que compran al menos uno o dos productos a la semana.
Por sabor y salud
Algunos consumidores han optado por comprar productos orgánicos porque tienen un mejor sabor, pero detrás hay también un deseo por cuidar el futuro propio, el de los hijos y dar un mejor trato a los animales.
Cuando era niña, la alemana Ivett Pfeiffer, de 30 años, creció en un pueblo que era surtido por los cultivos de las granjas aledañas. Como adolescente siguió comprándolos por su sabor y contenido nutricional, y hace siete meses se asoció con una amiga para abrir un minisúper en Berlín.
Barbara Schulz es una señora que lleva 20 años con su régimen orgánico. Ella empezó desde que se enteró que a los cultivos se les rociaban pesticidas y hace algunos años compró una tienda en Berlín.
“Tengo desde cerveza alemana hasta café de Perú que, aunque cuesta el doble que en una tienda normal, es mucho más rico. A veces me llega miel y amaranto de México, pero no siempre“, dice.
“Los productos orgánicos se hacen a partir de materias primas de alta calidad, por eso tienen un sabor particularmente intensivo. Con la calidad orgánica se ofrecen algunos alimentos que de otra forma no se encuentran. Es como redescubrir aquellas verduras de antaño”, explica la ecotropóloga Stephanie Wetzel, una profesión que estudia la relación entre ser humano y su entorno ecológico.
Bioquímicos aseguran que el consumo de estos alimentos disminuye el riesgo de sufrir infartos, embolias y algunos cánceres; por ejemplo, algunas sopas elaboradas con vegetales ‘bio'’ contienen seis veces más ácido salicílico (precursor de la aspirina) que las vendidas en los mercados, y también que son más ricas en vitamina c, hierro, magnesio y fósforo.
Ricos, saludables o una forma de respeto hacia el medio ambiente, los alimentos orgánicos son parte de la vida diaria de los alemanes.
Con ese sello verde sobre fondo blanco que cualquiera puede ver en los supermercados, los alemanes esperan que sus compras contengan ciertos controles de calidad, que para ellos se traduce simplemente en salud y bienestar.
De acuerdo con el Programa Federal de Agricultura Ecológica (Ökolandbau), cada año en Alemania aumentan un 15 por ciento en promedio la cantidad de mercados y la cifra de ingresos por la agricultura orgánica, lo que genera unos 20 mil empleos por año dentro del país. Ahora es común que la tiendita de la esquina se haya transformado en un negocio ‘bio’, o que un día a la semana en algún barrio se instale un mercadito sobre ruedas ‘bio’ o bien que grandes empresarios inauguren un supermercado que juega con el mismo monosílabo.
Todo se ve casi igual, las tienditas con sus anaqueles y refrigeradores de carne o quesos, los mercados con puestos donde le gritan a uno la oferta del día y los supermercados con una variedad inmensa de productos. Los alimentos son los mismos que todos conocemos, leche, huevos, legumbres, jugos, cereales, carnes, quesos, condimentos y hasta golosinas y botanas crujientes; no tienen empaques muy diferentes, sólo el sello ‘bio’ que los distingue o están en un huacal donde se indica el lugar de procedencia y la fecha de empaque.
Tradición añeja, ‘boom’ reciente
La comida orgánica ya era popular entre los alemanes desde los años 70, pero hasta hace un par de años sólo se vendía en pequeños negocios o directamente en las granjas porque había todavía menos producción y los precios eran altos.
“Poca gente quería comprar porque ve lo orgánico como artículo de lujo, pero cada vez hay menos de esos ‘compradores clásicos’ gracias al ‘boom’ de supermercados y de membresías que fomentan su adquisición”, señala el consultor en comida saludable Christoph Spahn.
Una encuesta realizada por Ökolandbau a principios de junio del 2005, arroja como resultados que tres cuartas partes de los ciudadanos alemanes comen o han comido productos orgánicos y que el 84 por ciento de ellos quiere comprar algo orgánico en cualquier momento.
Pero no sólo la demanda está en aumento, la oferta también pues hoy en día existen más de 200 supermercados en toda Alemania y el consultor Spahn vaticina que el número irá en aumento.
La gente ha comprado más gracias a los supermercados que lo ofrecen más barato, pero aún así los precios no permiten a cualquiera hacer las compras de toda la alacena para cada semana.
La agricultura orgánica no emplea pesticidas, herbicidas, hormonas ni otras sustancias que dañen el medio ambiente, lo que obliga a una baja producción y, ergo, a un precio más alto. Por eso las tiendas pequeñas también han establecido un sistema de membresía por el cual uno puede comprar hasta un 30 por ciento por debajo del precio normal. Por ejemplo, el precio normal de un limón en cualquier tienda de Berlín es de 60 centavos de euro (8 pesos) por pieza. En una tienda ‘bio’ se vende en 1.80 euros (24 pesos), pero si se es miembro se consigue en 1.40 euros (19 pesos).
Con los animales ocurre algo similar: se les debe de procurar un espacio, luz y aire fresco, y evitar que acumulen dos tratamientos antibióticos, de lo contrario se le retira la condición de ‘biológico’, por contradictorio que puede leerse.
Sin importar los precios, las tiendas reportan cada vez más miembros y los supermercados ‘bio’ ya captan una quinta parte de los ingresos por la venta de estos productos.
En las estadísticas se decía que el alemán que consumía lo orgánico ganaba más dos mil 500 euros al mes, unos 600 euros más que un sueldo promedio, y que pertenecía a una familia grande, pero ya se ve a jóvenes estudiantes que compran al menos uno o dos productos a la semana.
Por sabor y salud
Algunos consumidores han optado por comprar productos orgánicos porque tienen un mejor sabor, pero detrás hay también un deseo por cuidar el futuro propio, el de los hijos y dar un mejor trato a los animales.
Cuando era niña, la alemana Ivett Pfeiffer, de 30 años, creció en un pueblo que era surtido por los cultivos de las granjas aledañas. Como adolescente siguió comprándolos por su sabor y contenido nutricional, y hace siete meses se asoció con una amiga para abrir un minisúper en Berlín.
Barbara Schulz es una señora que lleva 20 años con su régimen orgánico. Ella empezó desde que se enteró que a los cultivos se les rociaban pesticidas y hace algunos años compró una tienda en Berlín.
“Tengo desde cerveza alemana hasta café de Perú que, aunque cuesta el doble que en una tienda normal, es mucho más rico. A veces me llega miel y amaranto de México, pero no siempre“, dice.
“Los productos orgánicos se hacen a partir de materias primas de alta calidad, por eso tienen un sabor particularmente intensivo. Con la calidad orgánica se ofrecen algunos alimentos que de otra forma no se encuentran. Es como redescubrir aquellas verduras de antaño”, explica la ecotropóloga Stephanie Wetzel, una profesión que estudia la relación entre ser humano y su entorno ecológico.
Bioquímicos aseguran que el consumo de estos alimentos disminuye el riesgo de sufrir infartos, embolias y algunos cánceres; por ejemplo, algunas sopas elaboradas con vegetales ‘bio'’ contienen seis veces más ácido salicílico (precursor de la aspirina) que las vendidas en los mercados, y también que son más ricas en vitamina c, hierro, magnesio y fósforo.
Ricos, saludables o una forma de respeto hacia el medio ambiente, los alimentos orgánicos son parte de la vida diaria de los alemanes.
* El lado biológico de Alemania
Reviewed by Yaotzin Botello
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7/07/2005 04:13:00 PM
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2 comments
Sinceramente, no encuentro que la comida bio tenga ni buen sabor, ni buen olor. Quien entre a una tienda bio se dará cuenta de que huele realmente mal. O seré que soy demasiado evolucionada para esta vuelta a la naturaleza y a los bichitos en las manzanas que son la "prueba" de que no se ha empleado pesticida?
Lo que veo es que la gente que consume productos bio, por regla general sufre de alergias y quien sabe qué más; no me parece que sea la más sana.
Y además, "sufre" mucho porque es un verdadero sufrimiento tener que andar de tienda en tienda buscando no sé qué ingredientes de algún libro de cocina también bio.
Y lo peor es cuando vienen de visita a tu casa y no comen nada porque no es bio (!) Y además, te dan un sermón larguísimo de por qué comer bío y tomar leche fresca bio y usar no sé qué ropa de colores beige que también es bio.
En todo caso, hay que reconocer que es el negocio del siglo.
El comentario anterior es mío!
(Por alguna razón, no pude poner mis datos ayer).
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