La (inexistente) cortesía de los alemanes, o de cómo formar un colectivo individualista
Es domingo y es el aniversario de la Unión Europea. Son 50 años y creo que no se ve tan vieja como podría estarlo. Al contrario, tiene aires de juventud. Si alguien ha aprovechado más esta europeidad, son los estudiantes con sus cortos pero perdurables intercambios.
Así que me tomé a la Wika de la mano y nos fuimos a la Puerta de Brandeburgo, el símbolo de Berlín y el lugar para organizar la fiesta de los 50 años. Queríamos ver y experimentar la tan mencionada europeidad. ¿Quién podría estar en una fiesta donde son 27 los festejados en una ciudad, Berlín, que está exactamente al centro de la Europa del Este y del Oeste? Vimos globitos, payasos y gente de muchos países, pero eran los menos. Quienes predominaron, por supuesto, fueron los alemanes.
Los alemanes son una especie humana muy rara de entender. Tienen muchos atributos que no me he cansado de mencionar, pero ahora toca escribir algo malo de ellos. Lo siento. Y lo lamento aún más por aquellos alemanes que puedan leer en español (que cada vez son más, Dios santo, cómo diría mi mamá).
Entre muchas de las caras negativas que se les pueden ver, me referiré a la gente que sale en un domingo soleado para aprovechar lo que le dan gratis. Hay un tipo de alemán que es así y normalmente coincide con ser una generación más grande que la mía, ¡fiu!, así que muchos nos salvamos.
Para un evento de masas, el alemán no sabe comportarse como tal. Sale de su casa como un individuo y nunca deja de serlo. Lleva su individualidad a las masas. Parece que ante mucha gente, el alemán olvida entregarse a una multitud, a una masa, a un pueblo, y se encoraza en una personalidad de aires de superioridad que es muy difícil de aguantar. Uno no se siente cómodo en un evento de mucha gente con personas que defienden a capa y espada sus dos metros cuadrados de piel, y lo que le rodea de inmediato. Uy, pobre del que toque a un alemán por accidente en un evento de masas.
Frente a la Puerta de Brandeburgo se instaló un escenario para cantantes. Ahí la gente podía ver de pie a grupos de música, bailarines y cantantes como el ya un poco pasado de moda Joe Cocker. La misma Puerta de Brandeburgo era una zona de paso para la Avenida 17 de Junio, donde se instalaron puestos con información de los 27 países de la Unión Europea, tiendas de comida y algunos otros menesteres. La gente lo tenía que entender así, era una regla no escrita. De la Pariser Platz había que pasar caminando hacia la Avenida 17 de Junio. No había otra forma. Sólo que la gente que se había quedado parada para presenciar el show del escenario se enojaba de la gente que pasaba, ya sea porque les tapaba momentáneamente la vista o les empujaba de su lugar. Es una situación incómoda, lo sé, pero es un evento de masas. Creo que no se puede hacer de otra forma. Ni la mejor organización alemana lo puede evitar. El ser humano de masas es otro, alemán, mexicano o sueco. Todos nos comportamos de una forma más irracional.
Pero ¡peor!: ¿por qué los alemanes se enojan de que alguien se meta a las corrientes de gente? Me explico: Si uno acababa de ver algo en el escenario y quería ir a ver los puestos de los 27 de la UE, tenía que meterse en los ríos de gente. Si uno se les metía en el camino, una acción que sólo toma dos segundos, los alemanes se enojaban. Bueno, ¿qué? ni que alguien les estuviera robando algo, ni siquiera el tiempo. Si al meterme les diera un codazo o les pisara sus zapatos que compraron en super oferta en 2 euros, entonces sí tendrían derecho a enojarse.
Recuerdo que una de las razones por las que no volví a ir a la Puerta de Brandeburgo durante el Mundial de futbol, a la entonces llamada Fanfest, era por el rechazo de meterme al colectivo individualista formado en su mayoría por alemanes. Logré meterme para tomar un buen lugar frente a la pantalla gigante y ver un partido de futbol. Después quise moverme de lugar. Erroooooor. De donde estaba parado, traté de llegar a donde la gente se movía constantemente. Una vez que me le metí a alguien, me gritó hasta de lo que me moriría. Después se me ocurrió volverme a quedar quieto, pero los que estaban parados no me dejaron entrar a buscar un lugar y los que estaban en la corriente me empezaron a gritar que porqué no me movía. Si entendí bien, uno tiene que llegar, tomar su lugar y aguantarse tres o cuatro horas hasta que por sí sola se disipe la masa. Pero ¿quién hace eso?
En fin, en el 50 aniversario de la Unión Europea, con mucho menos gente, hubo casos similares. No fue una, ni dos, ni tres, sino muchas más veces que experimentamos ese sentimiento. ¡Y en tan sólo tres horas de paseo!
El alemán es un individuo inquebrantable en la calle.
Ya de regreso, en el metro, todavía tuvimos otro altercado. La gota que derramó el vaso. Por alguna razón caímos en el andén equivocado. Era una sola plataforma, así que sólo había que dar cinco pasos para llegar al otro andén, donde pasaba el metro en nuestra dirección. Ah, pero una mujer no nos dejó cruzar. Esta mujer pertenecía a una corriente de personas que iba saliendo de un tren y que iba subiendo a la salida de la estación. Atrás de nosotros había una ola de gente que también nos presionaba para avanzar. Y esta mujer, a propósito, nos tapó el camino y nos dijo "no, sino entonces tengo que esperar más". Así que, ya enojados, la Wika y yo le mentamos su madre. La Wika le gritó que cuál era el problema de sólo querer cruzar. Yo le grité que en todo caso sólo se trataba de dos segundos, cuando mucho.
Ya no pregunto el porqué de no poder hacerse un individuo de masas, porque puede ser algo muy abstracto y general que no podría terminar de discutirse, pero sí ¿por qué la falta de amabilidad? ¿por qué elegir ser estresado? ¿por qué elegir una vida infeliz? ¿por qué uno no se puede preocupar tantito de otras personas con pequeños gestos? Los alemanes son especialistas en donaciones e investigaciones para salvar al Tercer Mundo, o incluso para salvar a todo el mundo, pero a veces sólo se necesita una sonrisa en el día para lograr que todo cambie.
Una sonrisa, no más.
Y.
Así que me tomé a la Wika de la mano y nos fuimos a la Puerta de Brandeburgo, el símbolo de Berlín y el lugar para organizar la fiesta de los 50 años. Queríamos ver y experimentar la tan mencionada europeidad. ¿Quién podría estar en una fiesta donde son 27 los festejados en una ciudad, Berlín, que está exactamente al centro de la Europa del Este y del Oeste? Vimos globitos, payasos y gente de muchos países, pero eran los menos. Quienes predominaron, por supuesto, fueron los alemanes.
Los alemanes son una especie humana muy rara de entender. Tienen muchos atributos que no me he cansado de mencionar, pero ahora toca escribir algo malo de ellos. Lo siento. Y lo lamento aún más por aquellos alemanes que puedan leer en español (que cada vez son más, Dios santo, cómo diría mi mamá).
Entre muchas de las caras negativas que se les pueden ver, me referiré a la gente que sale en un domingo soleado para aprovechar lo que le dan gratis. Hay un tipo de alemán que es así y normalmente coincide con ser una generación más grande que la mía, ¡fiu!, así que muchos nos salvamos.
Para un evento de masas, el alemán no sabe comportarse como tal. Sale de su casa como un individuo y nunca deja de serlo. Lleva su individualidad a las masas. Parece que ante mucha gente, el alemán olvida entregarse a una multitud, a una masa, a un pueblo, y se encoraza en una personalidad de aires de superioridad que es muy difícil de aguantar. Uno no se siente cómodo en un evento de mucha gente con personas que defienden a capa y espada sus dos metros cuadrados de piel, y lo que le rodea de inmediato. Uy, pobre del que toque a un alemán por accidente en un evento de masas.
Frente a la Puerta de Brandeburgo se instaló un escenario para cantantes. Ahí la gente podía ver de pie a grupos de música, bailarines y cantantes como el ya un poco pasado de moda Joe Cocker. La misma Puerta de Brandeburgo era una zona de paso para la Avenida 17 de Junio, donde se instalaron puestos con información de los 27 países de la Unión Europea, tiendas de comida y algunos otros menesteres. La gente lo tenía que entender así, era una regla no escrita. De la Pariser Platz había que pasar caminando hacia la Avenida 17 de Junio. No había otra forma. Sólo que la gente que se había quedado parada para presenciar el show del escenario se enojaba de la gente que pasaba, ya sea porque les tapaba momentáneamente la vista o les empujaba de su lugar. Es una situación incómoda, lo sé, pero es un evento de masas. Creo que no se puede hacer de otra forma. Ni la mejor organización alemana lo puede evitar. El ser humano de masas es otro, alemán, mexicano o sueco. Todos nos comportamos de una forma más irracional.
Pero ¡peor!: ¿por qué los alemanes se enojan de que alguien se meta a las corrientes de gente? Me explico: Si uno acababa de ver algo en el escenario y quería ir a ver los puestos de los 27 de la UE, tenía que meterse en los ríos de gente. Si uno se les metía en el camino, una acción que sólo toma dos segundos, los alemanes se enojaban. Bueno, ¿qué? ni que alguien les estuviera robando algo, ni siquiera el tiempo. Si al meterme les diera un codazo o les pisara sus zapatos que compraron en super oferta en 2 euros, entonces sí tendrían derecho a enojarse.
Recuerdo que una de las razones por las que no volví a ir a la Puerta de Brandeburgo durante el Mundial de futbol, a la entonces llamada Fanfest, era por el rechazo de meterme al colectivo individualista formado en su mayoría por alemanes. Logré meterme para tomar un buen lugar frente a la pantalla gigante y ver un partido de futbol. Después quise moverme de lugar. Erroooooor. De donde estaba parado, traté de llegar a donde la gente se movía constantemente. Una vez que me le metí a alguien, me gritó hasta de lo que me moriría. Después se me ocurrió volverme a quedar quieto, pero los que estaban parados no me dejaron entrar a buscar un lugar y los que estaban en la corriente me empezaron a gritar que porqué no me movía. Si entendí bien, uno tiene que llegar, tomar su lugar y aguantarse tres o cuatro horas hasta que por sí sola se disipe la masa. Pero ¿quién hace eso?
En fin, en el 50 aniversario de la Unión Europea, con mucho menos gente, hubo casos similares. No fue una, ni dos, ni tres, sino muchas más veces que experimentamos ese sentimiento. ¡Y en tan sólo tres horas de paseo!
El alemán es un individuo inquebrantable en la calle.
Ya de regreso, en el metro, todavía tuvimos otro altercado. La gota que derramó el vaso. Por alguna razón caímos en el andén equivocado. Era una sola plataforma, así que sólo había que dar cinco pasos para llegar al otro andén, donde pasaba el metro en nuestra dirección. Ah, pero una mujer no nos dejó cruzar. Esta mujer pertenecía a una corriente de personas que iba saliendo de un tren y que iba subiendo a la salida de la estación. Atrás de nosotros había una ola de gente que también nos presionaba para avanzar. Y esta mujer, a propósito, nos tapó el camino y nos dijo "no, sino entonces tengo que esperar más". Así que, ya enojados, la Wika y yo le mentamos su madre. La Wika le gritó que cuál era el problema de sólo querer cruzar. Yo le grité que en todo caso sólo se trataba de dos segundos, cuando mucho.
Ya no pregunto el porqué de no poder hacerse un individuo de masas, porque puede ser algo muy abstracto y general que no podría terminar de discutirse, pero sí ¿por qué la falta de amabilidad? ¿por qué elegir ser estresado? ¿por qué elegir una vida infeliz? ¿por qué uno no se puede preocupar tantito de otras personas con pequeños gestos? Los alemanes son especialistas en donaciones e investigaciones para salvar al Tercer Mundo, o incluso para salvar a todo el mundo, pero a veces sólo se necesita una sonrisa en el día para lograr que todo cambie.
Una sonrisa, no más.
Y.
La (inexistente) cortesía de los alemanes, o de cómo formar un colectivo individualista
Reviewed by Yaotzin Botello
on
3/25/2007 10:44:00 PM
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3 comments
Se ha escrito mucho en estos días sobre el tema, pero este artículo da una perspectiva distinta, más cotidiana, de la efeméride que celebra Europa. Sin embargo, permíteme hacer una pequeña corrección: no celebramos el 50 aniversario de la Unión Europea. El primer proyecto integrador es la CECA, y sus tratado se firmó en París en 1951. La prensa ha metido bastante la pata a lo largo de estos días. Conmemoramos el 50 aniversario de otro momento decisivo, los Tratados de Roma de 1957. Son muy importantes, pero antes de ellos Europa ya estaba en marcha.
Carlos:
tienes razón, no se puede hablar propiamente de la "creación de Europa" a partir del 25 de marzo de 1957, sino sólo de la firma de los Tratados de Roma. Pero creo que tampoco se puede hablar de una Europa de 1951, mucho menos cuando Alemania estaba comenzando su gran división, Francia participaba casi de manera forzada y cuando Inglaterra estaba siendo abiertamente excluida.
Quizás sí hay marcar otra fecha como el nacimiento de la Unión, pero ¿por qué no utilizar también cada fecha en que se han añadido nuevos miembros o en que se han cambiado los nombres del proyecto (de Comunidad Económica a Unión, por ejemplo)?
Estoy seguro de que cuando entre Turquía a la Unión ya ni siquiera se va a hablar del Carbón y del Acero. Y ésa será otra Europa.
En fin, qué bueno que pones la cuestión.
Yaotzin.
Me parece muy interesante eso que planteas. En fin, aunque no estoy totalmente de acuerdo, tienes algo de razón. Creo que escribiré algo sobre el tema. Gracias por darme la idea.
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