Profesión: huele mierda (o Scheiße o Kot, como se quiera)
Recuerdo que de adolescente escuhaba a un cómico mexicano llamado Polo-Polo. Él cuestionaba en uno de sus chistes de 20 minutos que si todos los seres humanos cagábamos, y todos ocupábamos mucho tiempo en ello, ¿por qué no hacíamos de ese acto un evento social? “¡¡Pero, señor, señora, si es tan normal!!”, decía Polo-Polo.
Claro, ya me imaginaba yo a mi familia sentada, dejando arrugar al suelo sus trajes Oscar de la Renta, o Versace, o lo que fuera, frente al resto de la prole para deshacerse de su porquería. Ajá.
El chiste de Polo-Polo sólo era bueno por la forma de contarlo, de ahí en fuera no había nada más.
El asunto quedó reprimido en mi cabeza.
Pero volvió a brotar en mi cabeza la semana pasada que escuché a un cómico alemán decir algo sobre el acto de “obrar”, como dicen los pediatras mexicanos a los niños. Me pareció que no lo había escuchado bien o que, después de que lo dijo, se disculparía en público por hablar de esas cosas en la televisión, en un show transmitido nacionalmente. Pero no, no dijo nada este cómico. Y la verdad es que no recuerdo cómo iba la frase, pues la reprimí inmediatamente, pero era algo como que ‘un prominente no había “obrado” bien’. El asunto, también, se quedó fuera de mi cabeza. Hasta el domingo pasado.
Estábamos viendo el programa mensual y transmitido para todo el mundo alemán, Suiza, Austria, Luxemburgo y Alemania por supuesto, cuando el moderador, Thomas Gottschalk hizo la presentación del siguiente concurso: oler mierda.
Sí, oler mierda.
Al centro del escenario había una mesa como de restaurante y dos personas que se sentarían a ella. Ellos, hombre y mujer, tenían los ojos tapados. Al fondo del escenario, como en una especie de buffet, los espectadores podíamos ver alineadas en una mesa las fotografías de varios animales, una jirafa, un hipopótamo, un lemur, un oso, un mapache, entre otros, todo un zoológico, podría asegurar. Cada foto estaba acompañada de un plato con su mierda, cubierta con una tapa transparente.
Los participantes de la apuesta, puesto que el programa está dirigido a apostar si tal o cual persona es capaz de algo (se llama Wetten Dass…), tenían que adivinar, por la mierda, de cuál animal se trataba. Gottschalk traía las bandejas de plata, las ponía sobre la mesa y las destapaba para que ambos participantes procedieran a ‘catar’: “mmm, por el olor podría decir que…”, “este animal come de todo y por lo tanto podría ser…”.
Ambos participantes eran cuidadores de animales en un zoológico, con lo que se entiende que vean mierda cada día. Pero que de verla y/o limpiarla, tengan que reconocerla, es una gran diferencia. ¿¿¡¡Y reconocerla por el olor!!?? Hazme el favor…
Yo no sé, pero los alemanes tienen alguna relación muy profunda con la mierda. No quiero decir que tengan mierda en la cabeza, además de la palabra y los juegos de olor, porque me parece que son muy inteligentes, analíticos y conocedores de varias cosas, pero por algo existe esta relación. El hecho que la palabra Scheiße, mierda, se diga casi formalmente en cada estrato social, ya dice algo. Y que de esa palabra se formen otras construcciones como anscheißen, regañar; bescheißen, timar; o beschissen como adjetivo, también es otra cosa.
Quizás hay más pero no me dan muchas ganas de seguir recordando.
Mejor le jalamos de una vez a la taza.
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