Nacionalización alemana - Listo para votar
Vista de la sala de sesiones del Bundestag |
Acabo de
nacionalizarme alemán. Y lo hice por placer… o quizás porque el día en
que empecé el trámite no tenía nada más qué hacer. Y al darme mi acta de
nacionalización, me sorprendieron con una noticia: “Herr Botello, usted puede
ser parte de la política de este país. Hemos mandado un aviso para que lo
integren en la lista electoral”.
Cuando comencé el trámite de nacionalización soñé con votar en las elecciones al
Bundestag este 22 de septiembre. Votar es una de las dos ventajas que
uno tiene con un pasaporte alemán. La otra es viajar a Disneylandia sin tener
que tramitar visa.
La política
alemana parece aburrida. No hay políticos que aparezcan con máscaras de cerdo
en el parlamento, con pancartas o que se duerman en su curul. No. Hay
discursos, hay debates ordenados y respetuosos. Muy respetuosos. Y si uno
quiere parecer ofensivo sólo levanta la voz. El idioma alemán se presta bien
para ello. Estuve hablando con un analista de esta campaña electoral (Raúl Gil) y cuando
le pregunté qué le faltaba a los políticos alemanes, me dijo “hablar menos,
usar videos cortos, con uno o dos datos cuando mucho, usar las redes sociales
para comentarios personales y no para poner links a discursos”.
Sí, los
alemanes tienen una gran virtud que en las campañas electorales se convierte en
una especie de defecto: son muy intelectuales.
Aún así la
política alemana me fue infectando. Me parece un gran juego de ajedrez. Uno
tiene dos votos en la papeleta electoral, uno para un parlamentario y otro para
un partido. Puedes votar a un tipo candidato del partido negro y después a por
el partido rojo completo y esperar a ver cómo discutirán para mover piezas y
hacer coalición, y así conformar la mayoría para nombrar a un canciller. Y si
no te gustó, pues son sólo cuatro años de sufrimiento.
Yo soñaba
con ser parte de este juego.
Tuve una
cita en la oficina donde tramitaban mi nacionalización. Debía entregar unos
últimos documentos para completar el papeleo de los trámites. Era julio, el sol
brillaba y hacía calor, esto pone a los alemanes de muy buen humor. Y la
funcionaria que me atendía, lo estaba. El que estaba de malhumor fui yo cuando
me dijo que el proceso finalizaría por ahí de octubre. “Noviembre quizás.
Tenemos falta de personal”, me dijo. Entonces me acordé de unas buenas amigas
mexicanas y de su regla ante situaciones de burocracia extrema en instituciones
públicas. Todas son iguales en todo el mundo. Así que acerqué mi silla, me
llevé la mano a la barba acomodando el codo en el escritorio y miré hacia el
techo: “ay Frau B. pues creo que me quedaré con las ganas de votar. Yo pensé
que para el 22 ya tendría mi nacionalidad. He estado soñando con ser parte de
este gran sistema democrático”. Y le mencioné –seguro que hasta se me salió un
guiño- si la burocracia alemana no me haría un buen regalo de cumpleaños
dándome este derecho. “Cumplo a mediados de agosto, habría buen tiempo
todavía”, le dije.
Prontitud
alemana, verano caliente, coquetería, diosesgrande, #ComoSeaQueSeLlame, pero la
carta que confirmó mi nacionalización llegó tres días después de mi cumpleaños,
citándome para ese ya mencionado 2 de septiembre. Inmediatamente verifiqué las
fechas límite de empadronamiento y, uy, sorpresa, el último día rezaba así:
01.09., uno de septiembre.
Scheisse!
En Alemania
somos 12 mil 520 mexicanos, en Berlín mil 325. Las estimaciones se elevan al
triple en cada una de las dos cifras oficiales, esto lo delatan la cantidad de
negocios que en derredor de lo mexicano se han abierto. Tiendas de piñatas,
mezcalerías, taquerías, mayoreos y menudeos de productos y bebidas por
internet, y recientemente hasta una zapatería de San Miguel Allende. ¿Cuántos
de estos tienen pasaporte alemán, ergo derecho a votar? Ni idea, pero entre las
decenas que conozco, muchos lo tienen y quieren ejercer su voto.
Argentinos,
chilenos, venezolanos o colombianos, que nos rebasan por mucho en número de
inmigrantes, son todas colonias muy politizadas en Alemania y no dudaría yo ni
un momento en que también estarían interesados en influir en la política de
este país. Prometo ponerme a investigar más sobre este aspecto para continuar
desarrollando esta idea del voto latino en Alemania (en una de esas el buen
Wilbert Torre me cede medios derechos y me hago un “Merkel latina”, con la
diferencia de que el ángulo sería “De cómo los latinos ayudaron a propagar las
políticas de austeridad en Europa”).
“Herr
Botello, usted puede ser parte de la política de este país. Hemos mandado un
aviso para que lo integren en la lista electoral” —> Ese 2 de septiembre que
me dijeron eso fui feliz, tanto como una señora de un barrio acomodado en
México que recibe el crédito para comprarse una camioneta de 8 plazas. Pronto
me imaginé a un canciller del Partido de los Piratas sentado en la silla de
Merkel. También me imaginé a diputados de ese partido afuera del Bundestag
fumando mariguana (un día que entrevisté a los de Berlín me dieron un ejemplo
de lo flexible que es fumar mariguana enfrente del parlamento berlinés).
Los
funcionarios alemanes habían hecho una excepción con los nuevos nacionalizados.
Quizás están interesados en más votos, en votos fáciles. Como sea. Pero ahora,
además de trabajar en la desmitificación de Alemania y reportar sobre estas
cosas de actualidad y acercar al país y a sus ciudadanos a una visión más
realista y menos teutona, yo mismo me metí en el sistema.
Ahora yo,
un mexicano cualquiera, estoy a punto de contribuir a decidir el futuro de este
país. Y de Angela Merkel, la mujer más
poderosa del mundo y que vi subir al poder.
Algún día
alguien tendrá que desmitificarme.
Nacionalización alemana - Listo para votar
Reviewed by Yaotzin Botello
on
9/19/2013 11:02:00 AM
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