* Cigarros bajo cero.
En la entrada de la estación Warschauer Straße está siempre un chico. Tendrá unos 20 años, quizás un poco más. Es de ojos rasgados, bajito y flaquito. Yo lo he bautizado como el asiático, sin querer sonar despectivo.
Siempre está en el mismo lugar. Llueva, truene o nieve. Si voy hacia Mitte en el tren suburbano, lo veo. Si regreso tres horas más tarde de mi cita, ahí sigue. Nos vemos y, de alguna forma, nos identificamos. Él ya debió de haberme bautizado como el latino, o algo así.
El asiático no tiene puesto de flores ni nada por el estilo. Está ahí, en la escalera que lleva al andén, como esperando. Sentado si es verano, bailando si es invierno. Tampoco es guardia de seguridad ni inspector del sistema de transporte público de Berlín. No pide los boletos usados ni vende piratas. Está ahí por algo más, y sólo pocos saben a lo que se dedica.
El asiático vende cigarros. Cajetillas o cartones de 10 cajetillas. Los que lo conocen, llegan directamente con él, le piden su paquete y se van. Los que no, no dan ni un céntimo por él. Bueno, a decir verdad, creo que la otra vez vi que alguien sí le daba unas monedas, como si se tratara de un pordiosero. Aunque si alguien ha tratado de sacar conclusiones después de verlo tantas veces, se podría decir que es un mafioso. Y lo es, vaya.
En verano guarda las cajetillas en un escondite de la escalera, y en invierno en una mochila que carga consigo. No sé por qué es la diferencia. La otra vez yo le compré una cajetilla, dos euros, qué ganga, por unos Pall Mall. Casi no fumo, pero tenía que empezar a establecer un contacto "más formal" con él. Habla alemán de una forma muy barrida, pero suficiente para su "negocio". Los cigarros son rusos y se ven y saben originales. He visto algunas copias y estos de verdad no parecen copias.
Y así como él, hay otros colegas suyos, quizás de la misma nacionalidad, o al menos del mismo continente, que están en otras estaciones de tren suburbano. Y parece que les va muy bien.
Durante el verano el asiático cambió de ropa muy seguido, tenía sus lentes para sol e iba cuando quería. Ah, porque claro, si uno quiere mantener un negocio tiene que ganarse a su clientela estableciendo ciertos horarios. Y el asiático no lo hacía así. Aunque, bueno, también podría estar involucrado en alguna otra actividad.
No sé si me da mucha pena por él o si debo de estar contrariado porque el asiático pertenece a una mafia. No sé si está de ilegal o si es ya una generación de hijo extranjero nacido en Alemania que no puede triunfar. No sé si apoyarlo comprándole o entrevistarlo para un reportaje. Pero para estar vendiendo cigarros en estas temperaturas que tenemos por el momento, menos 10, menos 15, ¡y hasta menos 20! el asiático debe de estar muy necesitado. Y ya fuma en la escalera, aunque tampoco sé si es para pasar el frío o para hacer publicidad de su negocio.
Ya veremos.
Yaotzin.
Siempre está en el mismo lugar. Llueva, truene o nieve. Si voy hacia Mitte en el tren suburbano, lo veo. Si regreso tres horas más tarde de mi cita, ahí sigue. Nos vemos y, de alguna forma, nos identificamos. Él ya debió de haberme bautizado como el latino, o algo así.
El asiático no tiene puesto de flores ni nada por el estilo. Está ahí, en la escalera que lleva al andén, como esperando. Sentado si es verano, bailando si es invierno. Tampoco es guardia de seguridad ni inspector del sistema de transporte público de Berlín. No pide los boletos usados ni vende piratas. Está ahí por algo más, y sólo pocos saben a lo que se dedica.
El asiático vende cigarros. Cajetillas o cartones de 10 cajetillas. Los que lo conocen, llegan directamente con él, le piden su paquete y se van. Los que no, no dan ni un céntimo por él. Bueno, a decir verdad, creo que la otra vez vi que alguien sí le daba unas monedas, como si se tratara de un pordiosero. Aunque si alguien ha tratado de sacar conclusiones después de verlo tantas veces, se podría decir que es un mafioso. Y lo es, vaya.
En verano guarda las cajetillas en un escondite de la escalera, y en invierno en una mochila que carga consigo. No sé por qué es la diferencia. La otra vez yo le compré una cajetilla, dos euros, qué ganga, por unos Pall Mall. Casi no fumo, pero tenía que empezar a establecer un contacto "más formal" con él. Habla alemán de una forma muy barrida, pero suficiente para su "negocio". Los cigarros son rusos y se ven y saben originales. He visto algunas copias y estos de verdad no parecen copias.
Y así como él, hay otros colegas suyos, quizás de la misma nacionalidad, o al menos del mismo continente, que están en otras estaciones de tren suburbano. Y parece que les va muy bien.
Durante el verano el asiático cambió de ropa muy seguido, tenía sus lentes para sol e iba cuando quería. Ah, porque claro, si uno quiere mantener un negocio tiene que ganarse a su clientela estableciendo ciertos horarios. Y el asiático no lo hacía así. Aunque, bueno, también podría estar involucrado en alguna otra actividad.
No sé si me da mucha pena por él o si debo de estar contrariado porque el asiático pertenece a una mafia. No sé si está de ilegal o si es ya una generación de hijo extranjero nacido en Alemania que no puede triunfar. No sé si apoyarlo comprándole o entrevistarlo para un reportaje. Pero para estar vendiendo cigarros en estas temperaturas que tenemos por el momento, menos 10, menos 15, ¡y hasta menos 20! el asiático debe de estar muy necesitado. Y ya fuma en la escalera, aunque tampoco sé si es para pasar el frío o para hacer publicidad de su negocio.
Ya veremos.
Yaotzin.
* Cigarros bajo cero.
Reviewed by Yaotzin Botello
on
1/23/2006 11:29:00 AM
Rating:
1 comment
Yaotsín, perdona, te debo la contestación a tu último mail (tan bonito y positivo).
Enlazo este artículo... Un gran saludo por Berlín!
Post a Comment