Cine en sillas de plástico
La otra vez una amiga nos invitó al cine a la Wika y a mí. Aunque, debo decir, no era cualquier cine, sino una de esas proyecciones alternativas que se hacen en los barrios del Este de Berlín.
Recibimos la invitación por correo, provenía de una lista de distribución de un club, el Lichspielklub, y decía que la película sólo se mostraría para miembros. Y como la Wika y yo teníamos mucho interés en ver Hong Kong Love Affair (conocida también como Comrades: Almost A Love Story o, en cantonés, Tian mi mi) por nuestro reciente viaje a Hong Kong y por nuestra pasión por ver películas románticas, nos quisimos volver miembros. Ni por internet ni por teléfono hubo respuesta, así que el día de la película nos lanzamos directamente al "cine".
Era el barrio de Prenzlauer Berg por la noche. Los edificios del Este que siguen sin renovar se ven todavía más escabrosos. Carteles y graffiti le ponen acento. Y con todo ello, este barrio es uno de los más populares de la ciudad. Yo diría que es más bien pequeño burgués. Aquí vive el que está "in". Es la Condesa del D.F. Y lo rico es que tiene estas expresiones artísticas alternativas que no hay en otro lado. Como este club. La entrada era la de uno de esos edificios sin renovar. Había que tocar el timbre como si fuéramos a visitar a alguien. La entrada era también como la de un departamento, sólo que justo después de la puerta había una barra de bebidas que hacía las veces de taquilla. La gente que estaba ahí nos vio llegar y nos saludó. Jóvenes de unos 25 a 30 años. Nosotros nos metimos como Juan por su casa hasta la sala de proyección. Antes seguramente era la sala de estar de un departamento, sólo que ahora, donde debían ir los muebles había como seis mesitas de centro, cada una con dos o tres sillas de plástico, de esas que se usan para los cafés o las terrazas de los bares. En uno de los extremos estaba un proyector conectado a una computadora y en el otro una pared blanca donde seguramente se proyectaría la película. Ahí veríamos Hong Kong Love Affair.
Y eso de volverse socio era más un protocolo que una exclusión. De pronto podría haber parecido que sólo cierto grupo de gente tenía el privilegio de ver tal o cual película. No, peor, de pertenecer a un grupo de personas. Pero cada quien es libre de asociarse como quiera y donde quiera. El protocolo consistía en hacer el pago de la película como si fuera la donación de una membrecía, ya que esta sala de proyección no está registrada en la ciudad con fines comerciales. Si ellos cobraran una entrada normal, sería una actividad ilegal, por lo que cobran esta "membrecía". Y claro que no tienen fines comerciales porque un euro no le afecta a nadie y uno recibe a cambio una joya fílmica que ni siquiera en los videoclubes se consigue.
Pero como este cinito, hay muchas cosas que funcionan de manera similar en Berlín. Más cines, bares, clubes de danza y fiestas. El mejor ejemplo es este club en el barrio de Mitte llamado Rio, que aunque para mí funciona regularmente como un club, no está reconocido como tal por la ciudad porque no tiene las instalaciones adecuadas. La entrada es, igual, una donación o membrecía temporal.
A ver qué más encuentro por ahí.
Yaotzin.
1 comment
Acabo de descubrir este blog y esta muy bueno. Saludos
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