¿Neonazi o pobre diablo?

Con esta entrega corro el riesgo de alimentar el odio de una o dos personas que opinan que Berlín está lleno de neonazis, pero, aquí va, es parte de la chamba.

El sábado pasado me fui a ver el partido del Stuttgart contra el Bayern München a un bar en Berlín. ¿Por qué el Stuttgart? Quizás se leerá cursi o nacionalista, pero es porque ahí juegan los dos mexicanos, Pardo y Osorio. Yo traté de irle al Hertha de Berlín los dos primeros años de mi vida aquí, pero fue imposible. Fui al Estadio Olímpico de Berlín tres veces, leía las crónicas del partido, platicaba con mi cuñado (un fanático del Hertha), quise incluso entrevistar al brasileño Marcelinho que ahí jugaba, y nada. Es más, le tomé un odio sin precedentes al América del D.F., al equipo al que yo le iba en México, pero ni aún así se metió el Hertha en mi corazón. Y apenas llegan Pardo y Osorio al Stuttgart, y siento que quiero saber todo de ese equipo. Y eso que Stuttgart es una ciudad tan diferente a Berlín por pertenecer al Oeste político y geográfico del país: ¡¡¡5 horas en tren!!! Ni cómo ir a un partido en un fin de semana.

Llegué al bar con mis dos amigos gringos y un español. Joder. Y pedimos que nos transmitieran el partido. Éramos mayoría y las otras dos personas que estaban en el bar accedieron. Así que veríamos Stuttgart contra München. Me quité mi chamarra y deslumbré a todos con mi playera de Osorio y su número tres. Después volteé alrededor y vid dos vírgenes María colgando de las paredes y un anuncio de Cerveza Sol, y quedé más deslumbrado yo. Nunca supe la relación del dueño del bar con esos símbolos. Pedimos unas cervezotas bien heladas, brindamos y empezamos a corear al Stuttgart. Todos menos un intruso.

Ya habían pasado quizás unos 30 minutos y los dos golazos de Cacau (del Stuttgart, claro) cuando llegó un señor de unos 55 años. Chaparrín y redondo, cigarrillo en mano y hablando berlinés. Estaba gritando que pusieran el partido del Hertha. Se sentó a mi lado y siguió gritando. "Pongan el Koferenz o el partido del Hertha, ¿que no saben que ahorita está jugando el Hertha?", dijo. El Konferenz es un canal que cada cinco minutos va cambiando de partido. Súper aburrido o especialpara los amantes de Bill Gates y sus "ventanas". Y como estaba haciendo mucho ruido, uno de mis amigos le dijo que se callara. Así que repitió que el Hertha jugaba. Lo hacía con una insistencia de borracho. Y fue cuando nos vio mejor y empezó a gritar "Ausländer raus! Wir sind in Berlin", extranjeros ¡fuera! Estamos en Berlín, dijo. Sus palabras me dieron mucho coraje pero decidí que lo mejor era quedarme callado. Yo no podría contestarle en su idioma y provocarlo más. Nadie lo estaba secundando, eso fue lo bueno. Mi amiga fue mucho más inteligente y le dijo, sin levantarle la voz, que todos habíamos llegado a tiempo y que este partido había sido escogido democráticamente. El señor se levantó y se fue. Quizás la palabra democráticamente lo asustó. Quizás era un señor que seguía viviendo en la prisión comunista que le había tocado vivir.

¿Se puede catalogar a este tipo de personas como nazis, neonazis o ultraderechistas? ¿no podría haber sido sólo un fanático frustrado por irle al Hertha y no poder ver el partido? Pero quizás sí es más ultraderechista que nadie más, y el más claro ejemplo es que su odio a los extranjeros brotó inmediatamente al distinguirnos, porque el señor debería de saber que en Stuttgart no habitan extranjeros, sino compatriotas suyos.

Cambio mi forma de discurso a un reporte que una vez, hace no mucho, hice sobre el ultraderechismo:


Ultraderechismo: un fenómeno de todo el país

El ultraderechismo ha sido normalmente asociado a la pobreza y desempleo de Alemania del Este, pero un estudio reveló que está bien asentado en el Oeste.

Los autores del estudio publicado el 9 de noviembre por encargo de la Fundación Friedrich Ebert, son Elmar Brähler y Oliver Decker, dos científicos de la Universidad de Leipzig,

Ellos revelan que en los alemanes hay un pensamiento ultraderechista que pocas veces dejan ver en público.

"Nosotros diferenciamos entre opinión y acción. Investigamos la opinión ultraderechista y no tocamos la acción ultraderechista, que tiene que ver el comportamiento electoral y la agresión", explicó Decker.

Así, un 8.6 por ciento de los 5 mil alemanes encuestados tiene pensamientos de extrema derecha, en el Este 6.6 por ciento y en el Oeste 9.1 por ciento.

Esto sale de que un 15 por ciento desea a un líder que ponga mano dura al país; un 10 por ciento piensa que hay vida con valor y sin valor, y un siete por ciento piensa que el pueblo alemán es superior.

Sin embargo, esos alemanes votan por los partidos que ahora están en el poder, el Socialdemócrata y la Unión Democristiana.

"El resultado no fue lo que esperábamos, resultó que los alemanes con pensamientos ultraderechistas votan al SPD y CDU y no por el NDP o el DVU", explicó Decker.

Un tema similar ya había tocado el autor del libro "Nazis Modernos", Toralf Staud, quien define que se trata del nazi buen vecino, ese que no sólo vive al lado y se porta bien, sino que participa en programas cívicos para niños y adolescentes.

En algún momento esas formas de pensar quedan latentes en la sociedad hasta pasarse a otras generaciones.

Así fue el caso de Christopher F., un alemán de 16 años que fue víctima de sus compañeros de escuela en octubre pasado, la secundaria Parey, en un pueblo del Este alemán.

Tres de sus colegas lo obligaron a pasearse por el patio en octubre pasado con un letrero que rezaba "Soy el peor cerdo del pueblo, sólo me junto con judíos".

Con ello fueron revividos los recuerdos de la Alemania nazi, cuando esta práctica se hacia con las mujeres que se acostaban con judíos.

"El problema es que eso data de 1933 y los padres de estos chicos ya ni siquiera vivieron esa época. La pregunta sería entonces ¿qué influye los pensamientos de estos adolescentes?", dijo Gideon Botsch, experto en ultraderechismo de la Universidad de Potsdam, Alemania.

Yaotzin.

¿Neonazi o pobre diablo? ¿Neonazi o pobre diablo? Reviewed by Yaotzin Botello on 4/23/2007 04:41:00 PM Rating: 5

3 comments

Marta Salazar said...

Lo de que "hay vida con valor y sin valor", lo vemos ya en la cantidad de abortos...

Mira:

http://historiasdealemania.blogspot.com/2007/04/judo-asqueroso-y-rabe-asqueroso.html

esto "lo vivimos" en carne propia...

un abrazo fuerte!

Anonymous said...

Yaotzin,

tu experiencia me deja pensando. Me alegra que no hayan caído en la provocación y que tu amiga le haya asestado esa bofetada con guante blanco al tipo.

Pero ¿quiénes son extranjeros? ¿dónde están las fronteras? Al igual que para los bávaros el resto de Alemania es otro país, para muchos berlineses Stuttgart es una ciudad exótica cercana al trópico. Recuerdo que cuando tú y yo fuimos a ver el juego del Stuttgart contra el Hertha en estadio olímpico, alguién entre la multitud dijo "Scheiss Stuttgart" al ver tu mencionado Trikot de Osorio. No se hablaba entonces de extranjeros si no de una ciudad diferente a Berlin.

Muy interesante también el artículo al que refieres. A menudo percibo algo de lo que ahí se menciona, concretamente la subyacencia del sentimiento de superioridad. De lo que no estoy convencido es que se pueda asociar directamente con neonazismo: Una cosa es sentir superioridad de raza y otra es de un grupo o pueblo. ¿No es acaso un fenómeno propio a las agrupaciones humanas? En México por ejemplo se percibe esa mentalidad a través de los chistes, dónde se le asocia al mexicano una cierta superioridad a través de astucia, creatividad y resabios de machismo.

Gracias por compartir tu experiencia y reflexiones.

Un abrazo,

L.

Yaotzin Botello said...

Leonardus,

claro, y hasta cierto punto, el sentimiento de la superioridad les juega mal a los alemanes. Yo creo que los mexicanos se creen más y son más nacionalistas que cualquier otro pueblo. La diferencia es que Alemania quedó estigmatizado por una época.

¿Cuántas veces no hemos sido discriminados porque nuestro color moreno y nuestras facciones indígenas nos hacen parecer, precisamente eso, indígenas? ¿y cuántas veces no nos hemos aprovechado de un momento de superioridad para menospreciar a otros que están a nuestro lado?

En fin, lo bueno de esta experiencia, y como bien lo mencionas, es que en ese partido del Stuttgar (estadio y bar) no caímos en una provocación.

Yo no creo que ese sentimiento de superioridad o de competencia con otras ciudades, regiones o razas, vaya a desaparecer pronto. Mucho menos en Alemania, un país lleno de problemas políticos, económicos y sociales como cualquier otro.

Sigamos pensando sobre esto.

Yaotzin.

Medidor