* ‘Con sólo verlo me lleno de energía’ (Marienfeld 4)
‘Con sólo verlo me lleno de energía’ El promedio era de 100 mil por hora. Esa era la velocidad de entrada de los peregrinos al Marienfeld para oír misa con Benedicto XVI, hasta que el campo se saturó y obligó a los organizadores a utilizar radio y televisión para avisar a los espontáneos visitadores que ya ni se acercaran.
Pero todos querían un lugar con el nuevo Papa. Todos querían vitorear Bee-ne-de-tto, Bee-ne-de-tto. Todos querían estar presentes durante su primer viaje al extranjero.
La era de Juan Pablo II parece terminada. Él todavía se queda en la mente de algunos y en los recuerditos de las tiendas. Benedicto XVI está en las almas.
El Marienfeld está a 27 kilómetros de distancia de Colonia y no era fácil llegar ahí. El ejército y más de cuatro mil miembros de la policía de toda Alemania se encargaron además de cercarlo para dejarlo como una zona aislada.
Nadie que no hubiera acampado ahí la noche anterior o nadie que no hubiera tomado un autobús fletado antes de las siete de la mañana podía llegar después de otra forma a esta planicie que alguna vez sirvió como mina de carbón en medio de un frondoso bosque.
Grupos de amigos, familias enteras, niños y personas con discapacidades estaban ahí, entre el lodo y los sacos de dormir, y no se trataba de un Woodstock, ni tampoco de un evento para apoyar a países del Tercer Mundo, era sólo un acto de fe.
Por la noche algunos cantaron, otros sólo durmieron lo más que el clima los dejó, pues bajó hasta 12 grados. Las fogatas estuvieron prohibidas. La mañana del domingo sólo se esperaba la misa, nada más. Benedicto XVI llegó, dio una vuelta en el Papamóvil, ofició misa y se fue. No hubo otra actividad. Y para eso llegó más de un millón de personas.
“Míralo, míralo, ¿a poco no vale la pena estar aquí por él? ¿no sientes la fuerza que le inyecta a tu alma? No se trata sólo de una persona, sino de un ejemplo a seguir y con sólo verlo creo que me llenaré de energía”, exclamó Guido, un chavo italiano de 22 años de edad que alcanzó un lugar hasta el frente de todas las filas para ver al Pontífice.
Pero verlo lo más cerca no era el objetivo principal. Los últimos llegados al Marienfeld se quedaron a más de 800 metros de distancia y ni siquiera alcanzaban a ver alguna de las megapantallas que estaban instaladas a lo largo del campo. Lo único que importaba era estar presentes.
“Es algo especial lo que se siente, no te lo puedo explicar, si ves cómo todo mundo se emociona tan sólo por escucharlo o verlo, también te contagia. Necesitarías estar aquí con nosotros”, dijo la francesa Marie-Pierre, de 23 años.
Benedicto XVI estuvo en dos momentos en el Marienfeld, una el sábado por la noche para presidir la Vigilia, y la otra el domingo por la mañana para celebrar la misa de despedida de la Jornada Mundial de la Juventud, y en ninguno de los dos sorprendió con mensajes moralistas. Él sólo quería que los jóvenes, sus ahora jóvenes, empezaran a sumergirse en el concepto de religión que él tiene, una no sea individualista.
Pero todos querían un lugar con el nuevo Papa. Todos querían vitorear Bee-ne-de-tto, Bee-ne-de-tto. Todos querían estar presentes durante su primer viaje al extranjero.
La era de Juan Pablo II parece terminada. Él todavía se queda en la mente de algunos y en los recuerditos de las tiendas. Benedicto XVI está en las almas.
El Marienfeld está a 27 kilómetros de distancia de Colonia y no era fácil llegar ahí. El ejército y más de cuatro mil miembros de la policía de toda Alemania se encargaron además de cercarlo para dejarlo como una zona aislada.
Nadie que no hubiera acampado ahí la noche anterior o nadie que no hubiera tomado un autobús fletado antes de las siete de la mañana podía llegar después de otra forma a esta planicie que alguna vez sirvió como mina de carbón en medio de un frondoso bosque.
Grupos de amigos, familias enteras, niños y personas con discapacidades estaban ahí, entre el lodo y los sacos de dormir, y no se trataba de un Woodstock, ni tampoco de un evento para apoyar a países del Tercer Mundo, era sólo un acto de fe.
Por la noche algunos cantaron, otros sólo durmieron lo más que el clima los dejó, pues bajó hasta 12 grados. Las fogatas estuvieron prohibidas. La mañana del domingo sólo se esperaba la misa, nada más. Benedicto XVI llegó, dio una vuelta en el Papamóvil, ofició misa y se fue. No hubo otra actividad. Y para eso llegó más de un millón de personas.
“Míralo, míralo, ¿a poco no vale la pena estar aquí por él? ¿no sientes la fuerza que le inyecta a tu alma? No se trata sólo de una persona, sino de un ejemplo a seguir y con sólo verlo creo que me llenaré de energía”, exclamó Guido, un chavo italiano de 22 años de edad que alcanzó un lugar hasta el frente de todas las filas para ver al Pontífice.
Pero verlo lo más cerca no era el objetivo principal. Los últimos llegados al Marienfeld se quedaron a más de 800 metros de distancia y ni siquiera alcanzaban a ver alguna de las megapantallas que estaban instaladas a lo largo del campo. Lo único que importaba era estar presentes.
“Es algo especial lo que se siente, no te lo puedo explicar, si ves cómo todo mundo se emociona tan sólo por escucharlo o verlo, también te contagia. Necesitarías estar aquí con nosotros”, dijo la francesa Marie-Pierre, de 23 años.
Benedicto XVI estuvo en dos momentos en el Marienfeld, una el sábado por la noche para presidir la Vigilia, y la otra el domingo por la mañana para celebrar la misa de despedida de la Jornada Mundial de la Juventud, y en ninguno de los dos sorprendió con mensajes moralistas. Él sólo quería que los jóvenes, sus ahora jóvenes, empezaran a sumergirse en el concepto de religión que él tiene, una no sea individualista.
* ‘Con sólo verlo me lleno de energía’ (Marienfeld 4)
Reviewed by Yaotzin Botello
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8/22/2005 12:46:00 AM
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