El Sr. No

El teléfono suena y él lo descuelga. No pasa mucho tiempo cuando él grita "nein" y azota el auricular cuando cuelga.

"Nein" es "no" en español y es cómo la Wika y yo hemos bautizado a nuestro vecino. Él vive, ejem, exactamente atrás de nuestro diván de visitas, por un lado, y exactamente al lado de nuestra tina de baño, por otro. Con una vista de rayos X podríamos verlo a él ahí, sentado, rascándose las barbas largas y blancas que tiene, con las noticias a todo volumen y alimentando a su perrita Honey: "Jani, anda, come algo", le dice.

Hace casi dos años que estamos en el refugio de Kreuzberg. Un lugar cercano a todo el movimiento de uno de los barrios más populares de Berlín pero escondido en una callecita que da al río Spree. Sólo se escucha el viento encarrilarse al río, dos o tres autos al día y al Herr Nein, que está casi en todo momento. Todos estos años lo hemos estado escuchando.

Al principio no sabíamos cómo era y no podíamos imaginar cómo sería una persona que sólo habla por teléfono gritando todo el tiempo. Y negando todo el tiempo. "Neeeeeeiiiiin, te dije que así no, neeeeeiiiiiin". Yo había pensado en un hombre alto y corpulento. Normalmente así me imagino a los que gritan.

Un día salimos a pasear por el barrio y vimos a un hombre con un pastor alemán. Le gritó "Jani" y fue cuando terminamos de cuadrar algunas suposiciones. Él era el Herr Nein. Y todas nuestras visitas ya saben de quién hablo porque en algún momento los ha despertado con sus gritos. Era el hombrecito delgado y chaparrito que se la pasa hurgando en los basureros de la cuadra para sacar botellas qué revender. Gorra de chofer, cabellos malhechos y blancos que se unen con sus barbas iguales. "Jani, ven".

El Herr Nein es un desempleado como muchos de los que hay en Berlín. Después de tanto tiempo de conocerlo y de escuchar sus conversaciones cuando me tomo un baño en mi tina, puedo asegurar que no hace nada más que pelearse con burócratas que, de seguro, quieren pasar a cobrarle la renta, a incautarle inmuebles, a subirle los precios de algo. Nein, nein, nein, neeeeeiiiiiin. Él está cómodo en un departamento de unos 60 metros cuadrados, si es como el mío, con una línea telefónica y alimento para él y su perra. La Honey debe de costarlo algo de dinero mantenerla. ¿Y quién paga todo esto? El Estado.

Vamos, yo no pago impuestos en Alemania pero sí me enoja que haya personas que puedan vivir así del sistema. ¿Cuántos pobres no hay en México o en otros países que no pueden comer ni un pan duro al día? Y el Herr Nein está ahí en su departamento cómodo, rascándose las bolas y saliendo a la caza de sus botellas a las cuatro de la mañana o a las seis de la tarde, cuando necesita dinero para ir a comprar otro alcohol o comida para la Honey. La otra vez lo escuché por primera vez viendo una película porno, así que quizás también se gasta su dinero en esas cosas. Eso sí, el cabrón tiene los huevos de gritarme para que cierre yo bien el bote de la basura cuando bajo a tirarla: "Nein, ciérralo bien, así no va a oler mal todo el patio".

Maldita sea, miren quién viene a decirme eso.

El Herr Nein es una figura de mi barrio pero es una escoria social. Con ese carácter, esa energía tan negativamente argumentativa y las camisas de tipo Magnum que usa en verano, podría conseguirse algún buen trabajo.

Y como él no sólo hay cientos de alemanes adultos, sino jóvenes que viven chupando el dinero de las cajas alemanas.

¿Hasta dónde es justo?
El Sr. No El Sr. No Reviewed by Yaotzin Botello on 1/30/2007 11:15:00 AM Rating: 5

4 comments

Marta Salazar said...

Claro que pagas impuestos! Cada vez que te subes a un bus, que compras pan, que vas al médico, que contratras un seguro, que te cortas el pelo, pagas impuestos!

Va link! Debe ser un viejo insopo, insoportable! Pobre! Y pobres de Uds.!

Anonymous said...

Para eso el gobierno sigue adelante con los planes Hartz, por duros e injustos que puedan parecer en algunos casos: Alemania está en crisis y personajes como Herr Nein (y como otros muchos que yo conocí, también) viven del cuento, además de los punkos del U-Bahn, los eternos estudiantes que a los cincuenta siguen paseando en bici por los jardines de la Humboldt, etcétera.
No es una cuestión de pagar impuestos o no directamente al Estado, Marta, puesto que como bien dices, siempre pagas una parte indirectamente por vivir en sociedad; se trata de NO GENERAR absolutamente nada para el Estado, de vivir cómodamente de lo que otros generan, de forma que nunca, jamás, necesites tener que buscarte la vida. Esto sucede en Alemania, y llevan, desde el primer plan Hartz, intentando minimizar los costes para el Estado, pero aún les queda mucho por delante.

Anonymous said...

@Marta Salazar dijo...

Dudo mucho que pagues ni siquiera el 50% de lo que cuestan esos servicios que, seguro, están SUBVENCIONADOS.

Lecciones de economía, ninguna.

Anonymous said...

Pues no se que tiene de malo el que el estado te subvencione la vida. ¿No sería mejor que en México existiera algo así también en vez de negarlo para Alemania? Si los que nos roban no son estos desgraciados Herr Nein, sino gente como Bill Gates, Rockefeller, J.P. Morgan y demás escoria.

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