* Señoras y señores, con ustedes ¡El camaleóooon!
Mesa del vagón comedor. Tren de Leipzig a Berlín. Cruda de la pérdida de México contra Argentina. Llega un tipo pintado de verde y pide permiso para sentarse. Habla conmigo y se entiende con los dos hombres del otro lado de la mesa, uno de Trinidad y Tobago, "tenía que seguir a mi equipo en su primer Mundial", dice, y de un alemán risueño que alaba todas sus bromas. Se trata deeeee El Camaleón.
Habla como cien palabras por minuto. Entona la voz, la engruesa, se ríe, todos lo voltean a ver, a todos les sonríe. Es un conquistador. Cambia de personalidad, cambia de humor y hace que todo su alrededor cambie. Ese día era verde, ayer que lo vi era negro y estoy seguro que hoy saldrá a las calles de Berlín con unos shorts moteados. Pero siempre con su teléfono celular y su libreta: "esto lo cuido como oro".
Él es locutor y tiene su programa de radio en la ciudad de Guadalajara, allá en las bellas tierras del tequila. Está en el Mundial transmitiendo cuatro veces al día. Un momento es El Camaleón y en otro momento se convierte en el Chachachá. Uno presenta a Berlín de una forma decente, mete sonidos de los bares, de la gente que camina en las calles; el otro, el Chachachá es un tipo de arrabal. Es naco. Es cutre. Tiene voz de un ser malviviente que convierte el mismo Berlín que presentó hace cinco minutos en una ciudad diferente, en un Berlín donde sólo otros tipos de arrabal tienen lugar. Le roba palabras a las personas de la calle y las usa para su transmisión.
Estábamos afuera del Pfefferberg en Prenzlauer Berg, sí, parece trabalenguas, pero así es este idioma, qué puedo hacer. La zona es chic, es lo más de moda en Berlín y ahí vimos una parte del partido de Australia contra Italia. Apenas llegamos a encontrar un lugar para sentarnos y ver el comienzo del partido, y El Camaleón ya había hecho de las suyas. Tomó a dos bellas australianas de la mano para besárselas y les dijo, ¿Australia, verdad? ellas asintieron, y les dice entonces ¿saben de dónde viene la palabra canguro? y en cinco minutos las conquista. Las chicas no quisieron creer que la palabra es de origen nativo para decir "no sé qué es (ese animal)", pero ya habían sido marcadas por El Camaleón.
Al medio tiempo se transformó en el Chachachá e hicimos de la zona chic de Berlín un arrabal. Nos salimos del jardín cervecero en el que estábamos para ir a comprar cervezas al súper más cercano y tirarnos en una banqueta en la calle. Teníamos nuestro "six pack" caliente por los 30 grados de temperatura que había y nos colocamos en un lugar donde se podía ver, gratis, la pantalla de otro restaurante. El Chachachá estaba fascinado. Escuchó historias del Muro, de la RDA, de la tasa de mujeres embarazadas en esa zona y desde entonces empezó a ver sólo a mujeres con panzota que pasaban frente a él. Les hablaba, decente, para desearles felicidades por su próximo hijo o hija. Nadie le entendía las palabras, pero apreciaba el gesto.
El Chachachá se cansó de estar conmigo y se levantó para conocer a otra mujer. Logró hacer que nos sentáramos con ella en la terraza del restaurante en la que estaba.
Ayer le comenté de las playas de Berlín y no me quería creer, pero estoy seguro de que hoy anda buscándolas con sus shorts moteados, tratando de conquistarlas como El Camaleón para después poseerlas como el Chachachá.
Así es Berlíiiiinnn señoras y señoreeeees.
Yaotzin.
Habla como cien palabras por minuto. Entona la voz, la engruesa, se ríe, todos lo voltean a ver, a todos les sonríe. Es un conquistador. Cambia de personalidad, cambia de humor y hace que todo su alrededor cambie. Ese día era verde, ayer que lo vi era negro y estoy seguro que hoy saldrá a las calles de Berlín con unos shorts moteados. Pero siempre con su teléfono celular y su libreta: "esto lo cuido como oro".
Él es locutor y tiene su programa de radio en la ciudad de Guadalajara, allá en las bellas tierras del tequila. Está en el Mundial transmitiendo cuatro veces al día. Un momento es El Camaleón y en otro momento se convierte en el Chachachá. Uno presenta a Berlín de una forma decente, mete sonidos de los bares, de la gente que camina en las calles; el otro, el Chachachá es un tipo de arrabal. Es naco. Es cutre. Tiene voz de un ser malviviente que convierte el mismo Berlín que presentó hace cinco minutos en una ciudad diferente, en un Berlín donde sólo otros tipos de arrabal tienen lugar. Le roba palabras a las personas de la calle y las usa para su transmisión.
Estábamos afuera del Pfefferberg en Prenzlauer Berg, sí, parece trabalenguas, pero así es este idioma, qué puedo hacer. La zona es chic, es lo más de moda en Berlín y ahí vimos una parte del partido de Australia contra Italia. Apenas llegamos a encontrar un lugar para sentarnos y ver el comienzo del partido, y El Camaleón ya había hecho de las suyas. Tomó a dos bellas australianas de la mano para besárselas y les dijo, ¿Australia, verdad? ellas asintieron, y les dice entonces ¿saben de dónde viene la palabra canguro? y en cinco minutos las conquista. Las chicas no quisieron creer que la palabra es de origen nativo para decir "no sé qué es (ese animal)", pero ya habían sido marcadas por El Camaleón.
Al medio tiempo se transformó en el Chachachá e hicimos de la zona chic de Berlín un arrabal. Nos salimos del jardín cervecero en el que estábamos para ir a comprar cervezas al súper más cercano y tirarnos en una banqueta en la calle. Teníamos nuestro "six pack" caliente por los 30 grados de temperatura que había y nos colocamos en un lugar donde se podía ver, gratis, la pantalla de otro restaurante. El Chachachá estaba fascinado. Escuchó historias del Muro, de la RDA, de la tasa de mujeres embarazadas en esa zona y desde entonces empezó a ver sólo a mujeres con panzota que pasaban frente a él. Les hablaba, decente, para desearles felicidades por su próximo hijo o hija. Nadie le entendía las palabras, pero apreciaba el gesto.
El Chachachá se cansó de estar conmigo y se levantó para conocer a otra mujer. Logró hacer que nos sentáramos con ella en la terraza del restaurante en la que estaba.
Ayer le comenté de las playas de Berlín y no me quería creer, pero estoy seguro de que hoy anda buscándolas con sus shorts moteados, tratando de conquistarlas como El Camaleón para después poseerlas como el Chachachá.
Así es Berlíiiiinnn señoras y señoreeeees.
Yaotzin.
* Señoras y señores, con ustedes ¡El camaleóooon!
Reviewed by Yaotzin Botello
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6/27/2006 11:32:00 AM
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1 comment
No, no vivo en Berlín. Estuve la semana pasada. Entre otras, también en el Pfefferberg...
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